domingo, 23 de octubre de 2011

Regreso a Japón. El tiempo

Acomodado en mi jet lag, llego de nuevo a esta ciudad que ya considero como mía. Dice mucho el llegar a un sitio sabiendo dónde tienes que bajarte del autobús y hacia dónde tienes que caminar después. Esta vez, la recepcionista me tenía guardada una sorpresa, ya que ahora formo parte del club de miembros de oro del Hilton. Desayuno exclusivo incluido en sala privada, conexión doble de internet (también incluida) y una habitación más cuidada y moderna en el piso 34. Osaka se ve aun más inmensa y luminosa desde aquí.


Quise evitar la siesta pero fue imposible, aunque pude dormir un poco en el avión (también uno se acostumbra a las turbulencias). Casi cuatro horas en las que soñe con la despedida del viernes, aquel lugar de Buñuel que descubrimos en la plaza de Saint Job de Bruselas, la cena en nuestra mesa del restaurante Le Guignol. Y por la costumbre, esta vez no me dolíó la cabeza. Tampoco aquí, donde el tiempo ha refrescado y se está de maravilla.


Pasa tan poco y a la vez tanto mientras viajas. Llego a Osaka como quien viaja de Medina a Pozaldez, y me encuentro con que Antoñete se ha ido a torear nubes de nicotina a otro universo, y que un pobre loco de 24 años, Marco Simoncelli, se ha dejado la vida en una curva de Malasya.


Es jodido esto de la vida. En poco tiempo te cambia el aire y se cierra el garito. Hoy para mi el tiempo es lo que queda entre nosotros, entre hoy y el viaje de un mes que imaginamos en el café del aeropuerto, entre esta noche y el primer programa de radio que haré a mi vuelta. Pero esto de la radio se lo explico mañana a ustedes. Si tengo tiempo.

1 comentario:

Ana Pedrero dijo...

Te sigo leyendo, aunque a veces entre de puntillas. Hoy, con los ojos empañados de humo, del tabaco eterno, del aroma del maestro Chenel.

Buena estancia, buen proyecto!