jueves, 28 de agosto de 2008

Impaciencia

Pasan las horas despacio. Y digo horas porque ya los días caben en una mano, y solo pienso en que lleguen las cinco de la tarde del martes para comenzar el sufrimiento del avión que me llegue hasta tí de nuevo.

Sueño con tu abrazo, pero más aun con tu sonrisa, tu expresión de silenciosa felicidad al encontrarme. Y sueño con que el silencio me acompañe al final de un día de 30 horas.

Escucho por teléfono tu voz, tu tabardillo y tus cadencias, y me derrito en esta distancia que nos une más que nunca mientras mis manos ya dibujan tu silueta en el aire al pensarte mía.

Y de repente, vuelvo atrás en el tiempo y en el espíritu. Como antaño, como entoces, antes de irme a dormir me quedo callado y pienso:

"último miércoles solo"

martes, 26 de agosto de 2008

Domingo en Las Ventas

El domingo era un día insulso después de la emoción del basket. Andaba con el mono y se me ocurrió ir a Las Ventas. No me atrevo a decir que fue un error, porque uno siempre aprende cuando va a los toros, salga lo que salga por chiqueros.
Pero lo del domingo fue para nota, para que alguien reflexionase sobre lo que se está haciendo con la Fiesta desde algunos sectores. Se dice que la Plaza de Madrid es la más importante del mundo, pero el domingo -con todos los respetos- me pareció estar en LLoret de Mar o en Benidorm. Lo primero que me llamó la atención fue la afluencia de público. Siendo generoso, diría que había un cuarto de entrada, que formámabos tres abueletes, los japoneses y yo. Me causó una sensación muy triste el silencio de los tendidos, silencio de no saber a lo que se viene, silencio de manos extrañas sujenatdo cámaras de video.
No se merecía eso Humberto Flores, ni Marco ni Corpas. Para ir así a Madrid, es mejor no ir. Yo no me niego a que los japos vengan y se dejen la tela, pero hay cosas que merecen un respeto, y, por lo menos, no se debería permitir que el 60% del "público" se vaya tras el segundo toro cuando descubre, sencillamente, que no le gusta lo que ve y que no es lo suyo. Porque hay cosas por las que uno, por mucho que se empeñe, no puede entrar (salvando a la excepción de "el niño del sol naciente").

Hecha esta reflexión -que dejo abierta- sobre los extranjeros en las plazas de toros, me atrevería a calificar de desastrosa la corrida. Mansa, floja y anovillada. Solo se salvó el toro de la confirmación de Flores, torero mexicano que ha tardado 14 años en confirmar la alternativa (...) y sobre todo el segundo, que se echó a perder tras una inoportuna voltereta (digo yo, por un error en la lidia).
Y hablando de los toreros, creo que hicieron honor a una tarde triste en la grada y en el albero. Flores, voluntarioso, dio con un inválido en el cuarto. Marco regaló un par de naturales sueltos sin ligazón y mancilló su profesión de matador de toros al no saber matar. En cuanto a Corpas, me limitaré a decir que se pasó la tarde dando zapatillazos y agitando sus cabellos al viento.
Y después de todo esto, me parece normal que los japoneses se fuesen pronto después de lo que veían. A mi también me dieron ganas de irme. El interés de la corrida, escaso, el resultado, pobre. Algunos de los fieles del 7 clamaban contra la empresa llamándola "antitaurina". Yo no se si llegan a tanto, pero desde luego habría que reflexionar sobre el eslogan de la plaza de Toros de las Ventas: "una plaza abierta todo el año".
Tal vez debieran cerrar por vacaciones, o trabajar en serio.

viernes, 22 de agosto de 2008

Somnolencia mental

El verano siempre me ha atolondrado, nunca fui amigo del calor y me muevo mejor en ambientes fríos. Curiosamente, con el abotargamiento estoy menos dinámico, más soso. Sin embargo, el frío me estimula y estoy mucho más activo.


Por ello, esta semana he hecho un esfuerzo por relacionarme un poco y salir. Esta es una semana de transición, semana sin jefes (o sea, sin control) y semana de lechuga y cerveza sin alcohol. Nunca había tomado tan en serio un intento de alimentarme de manera más saludable, y ahora entiendo el suplicio que tienen que soportar las personas que están a dieta. Ahora mismo, escribo antes de ir a casa a ver el baloncesto, y pienso en los corazones de lechuga que me esperan en el refrigerador. Se me cae el alma a los pies.


En lo que si me regodeo es en pensar en la siesta que me espera después de cumplir el trámite de venir un par de horas a Magallanes 3 por la tarde: la siesta del Cardenal. Este fin de semana será tranquilo, de ver películas en el ordenador, ver las olimpiadas, la Formula 1 y dormir hasta las 12 soñando con que llego a Nueva York. La tristeza por el terrible accidente que hemos sufrido se mezcla con el miedo y la intranquilidad. Habrá que desayunar lexatines antes de coger el avión.


Y ahora, mientras finalizo esta entrada, me doy cuenta de que está bastante descafeinada. Suele pasar que cuando quieres escribir no puedes, y cuando puedes no hay inspiración.


Eso, o que los corazones de lechuga me provocan somnolencia mental.

viernes, 8 de agosto de 2008

Secuencias

Quemo los últimos minutos en la oficina, antes de una semana libre y merecida. Hoy, cumpleaños de mi hermano mayor, mañana a Pontevedra, el lunes a Asturias. Tengo asumido que este estilo de vida errante es el mío, el aprovechar mis fuerzas para moverme y tocar cuantos palos quiera.


De momento, miro el horizonte con ilusión, empezando por el bote de fabada que me voy a meter al llegar a casa en diez minutos, continuando por pasar unas horas con mi sobrino esta tarde, pasando por regresar al cariño de mi segunda familia, siguiendo con la corrida del martes en Gijón. Es peligroso ver a José Tomás torear, porque te entra el mono. Ayer, con mucha suerte y perseverancia, conseguí dos entradas para verle, que ya me llaman desde lejos, antes incluso de la corrida de El Puerto del domingo en la que Morante y José Tomás se enfrentan. Por fin un duelo de postín, bendito aquel que pueda ver esa corrida.


Pero saliendo de los toros, salgo de mi cuerpo vuelo por un momento hasta una lavandería de Brooklyn y reconstruyo con la imaginación fotografías cortadas. Los días no pasan iguales desde aquí que desde Nueva York, y pienso ya en pasar el suplicio del avión para abrazarte.


Y lo inmediato, lo que genera más expectación en mí: Los Juegos Olímpicos, la verdadera pasión de un enfermo del deporte como yo.


Comienza el espectáculo

martes, 5 de agosto de 2008

Espera

Me refugio del fuego de Madrid en mi nueva guarida con aire acondicionado, a la espera de que Panchis me llame para ir a la piscina. Cuando uno vuelve a vivir solo, las horas cambian de color y los minutos son distintos. Mis minutos se tiñen de espera para todo: esperar la hora de comer, esperar tu llamada, esperar la ducha, esperar al sueño. Esperar al viernes, esperar al martes. Esperarte.

Lasnuevas paredes me hablan de historias que ya conozco, y me vienen brisas frescas de Noruega. Nueva cocina, nuevas voces con que llenar el tiempo. Nueva cama vacía, nuevo habitáculo desordenado. Y tu foto en una nueva mesilla a mi lado.

Después de un fin de semana agitado y vibrante, todo me parece más soso tras ver torear a José Tomás y comer percebes y camarones. Incluso Pontevedra sin tí nos lo mismo, aunque la novedad la haga rica y te evoque constantemente.

Y ahora, refresco mis canciones de Jorge Drexler y miro tus fotos despacio, acordándome de todos los rincones donde te mé, de un cuarto azul con una silla azul, de un barco, de un monasterio, del parque del Retiro en primavera.

Y en la espera pienso todo y se me llenan las manos de sentimientos vivos, mientras me imagino caminando por Central Park al atardecer, antes de ir a aquel restaurante que me has prometido. Antes de tomar un cocktail sofisticado en un bar de moda. Antes de tomar un taxi que me lleve a otro cuarto que, sea del color que sea, seguirá siendo azul, con su silla azul.