jueves, 19 de febrero de 2009

De paseos por calles estrechas

Ayer tuve un día oscuro, un día 18 más. Los días 18 van siendo para mí como los amores muertos, aquellos en los que ya no se cuentan los meses de existencia. En mi caso, me resigno al paso de estos días que me devuelven aquel aroma de tristeza, aquella mirada perdida, y la voz de tu María cantando el Casta Diva, el cual he sido incapaz de volver a escuchar desde entonces.


Envuelto en nubes me acordé de lo que siempre me dice Enrique sobre el agua y me fui a la piscina en un arrebato nada usual por mi parte. Efectivamente, el agua calentó mis adentros y me hizo respirar bajo las gafas. En el agua el tiempo pasa de otra manera y te encuentras en una soledad deseada y plácida con tus pensamientos, es como una fortaleza contra el miedo.


A la salida ya no había nubes sobre mí, sino bruma. Paso por momentos de inestabilidad donde las mismas cosas que un día me complacen me parecen de repente insuficientes, y aprecio detalles otrora desperdiciados. Me refugio como siempre en tí, en la dulzura de tu abrazo y tu mirada sincera, y me pregunto qué puedo hacer para darte todo aquello que anhelas de mí.


Lo único que me queda claro ultimamente, es que la vida te lleva por calles que, vistas desde lejos, parecían mucho más anchas y luminosas.

martes, 3 de febrero de 2009

Tu soledad


Son días de nieve y de tormenta, de violencia en el viento. Al llegar la noche, viajo sin remedio hasta esa terrible soledad que pasas, esa que imagino en tu casa de Asturias vacía, en el jardín, en las rocas de los acantilados de Cuerres donde tu mirada es más amplia que el mar.


Y sufro sin consuelo pensando en el frío que todo lo ocupa, en esa oscuridad desconocida de tu silencio. El tiempo pasa y no vuelves, y el laberinto de aire que diviso está muy lejos todavía. Aquí quedan los ecos, las voces como la tuya, que canta mejor cada día como la de Gardel.


Ya no se en qué playa caminarte, en qué bar beberte, en qué manos abrazarte cuando siento miedo. A veces parece que estás detrás de mi calmándome, sonriendome, acariciando mi pelo dulcemente como me dijiste que harías.