martes, 17 de agosto de 2010

Otoño temprano y boda del Torrija

De repente en Bélgica el tiempo ha avanzado vertiginosamente, y nos hemos plantado en un mes de agosto que mas bien parece octubre. Llueve atronadoramente y el cielo emerge gris y amenazante, como aclarando que esto acaba de comenzar. Y aunque sabido es que el calor y yo no somos amigos, por un momento he pensado en el sol de Madrid. Más que eso, empiezo a ser consciente del cambio y de las cosas que ahora no tengo, otrora cotidianas. Y puede que el silencio del trabajo ayude a que mi ansiado ascenso sea más rápido, pero también me acuerdo del bullicio de la 10 de Magallanes 3, y sobre todo del fortín que era la añorada planta 8. Aquí no subo escaleras, tampoco las bajo.

Pero llego con humor guiado por mi veloz corcel de acero, desayunando en una cocina que apesta a nuevo, y dejando tras de mi nuevos muros radiantes que claman porque mi ilusión plasme en ellos la decoración más acertada. Las puertas de Pierre Decoster 96 son a prueba de coletazos (lo cual es tranquiliazdor para la familia) y ya hemos recibido nuestra primera visita, que se quedará con nosotros algunas semanas. Ramón irá adelgazando cada noche mientras nos hace felices y nos acerca los sabores ibéricos patrios .

Y este fin de semana , visita relámpago para coger aire y sentir lo fácil que es volver a España cuando sea necesario. Viaje a Badajoz a la boda del Torrija. Es el Torrija el más grande cantaor que ha dado la Tierra, el más puro y jondo en mi corazón. Hubo un tiempo en que Torrija , acompañado del Tormento y el Nevao, surcaban los bares de Valladolid con su flamenco castizo y sus ganas de beber vino y de reir. Y aquellos bares enmudecían con su arte y su tronío. En la mesa vino y callos, cualquiera que fuese la taberna que les acogiese. Y cómo olvidar su gira por Galicia y Portugal, su glorioso disco del que se vendieron todas sus copias. Su música, que no pasará a la Historia, volverá a escucharse este viernes en Alange en honor del Torrija, que desgarrará con su cante el calor de la noche. Me emociona este reencuentro musical, y estos días voy repasando tema a tema, letra a letra, e intento escribir un final para "La Vecina", postrera canción inconclusa que tanta fama nos dio, como si de la octava sinfonía de Schubert se tratase.
Este fin de semana volveré a oir aquel nombre, en el ambiente preciso. Y entonces dirá el Tormento: Arráncate, Nevao. Y se armará el lio gordo de aplausos y de lágrimas.

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