miércoles, 21 de noviembre de 2007

N

Te dejo en la mañana y te mueves a trompicones, como a golpes del sueño que se esfuma. Es todo lo que conservo de tí hasta que vuelves a aparecer, y entonces el sueño es mio, pero a diferencia del primero éste es real. Los días en los que la lengua de Moliére me lo permite, ese momento llega aderezado de especias, de pescado recién llegado a la sartén o de plancha de estreno que rebaja las calorías. Qué alegría recibir tu abrazxo estos días en que el fríod e la lluvia me acompaña camino a casa, y qué dolor el abrazo con el que me despido del calor de tu ronronear en el sofá.
No hablo de aquellos en los que espero hasta la noche, preso de obligaciones autoimpuestas en forma de gimnasio, cañas o deporte. Es entonces cuando realmente pienso que es un premio el abrir la puerta cantando y encontrarte.
Y aunque me queje del frío de tus pies en la alcoba, en realidad adoro ese momento que para tí es "el mejor del día" porque soy parte de él.

No hay comentarios: