Estos días me he encontrado tozudo y terco para escribir. Y eso que sigo acumulando vivencias y recuerdos. Sin duda esta semana el martes se lleva la palma en cuanto a la novedad y la fascinación. El martes taché otro objetivo de mi lista.

Esta vez me llevé a los japoneses a cenar a Taka-Tori, mi restaurante favorito. Taka-Tori es una locura colectiva de sonidos, aromas y sonrisas que te apabullan. Y el martes por fin pude ampliar mi menú, gracias a que Masayoshi se encargó de pedir comida y brebajes diversos. Después de la cena, tenía un buen puyazo merced a un licor de patata que tenía un regusto a vodka, pero mucho más peligroso por su fácil trago.
Pero la cosa sólo acababa de empezar. Al salir de Taka-Tori, enfilamos una luminosa calle hasta que llegamos a una puerta donde se podía leer...

SI señores. Un auténtico Karaoke japonés. Una sala privada donde pudimos cantar a nuestro antojo durante dos horas bajo la fórmula "canta y bebe todo lo que quieras en dos horas". Muy peligroso para un martes. Aun así, reinó la cordura y pasamos una noche memorable. Por mi voz pasó Frank Sinatra, Queen, Joao Gilberto y Julio Iglesias. Mis compañeros, mientras tanto, me sorprendían con melodiosas canciones japonesas, de esas que salen en los dibujos animados.

Una muesca en mi revólver, un jirón en mi muleta. Algo que sólo podía pasar en Japón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario