Habrán notado mis lectores la ausencia de texto desde hace una semana. La razón ha sido el paréntesis que vivo en Bélgica desde el viernes y hasta el día 22, momento en el que volveré a Osaka para continuar con el proyecto.
Un momento...creí haber mencionado que volvía el lunes. Resulta que finalmente, un recorte en el proyecto me llevó a coger un avión el viernes, llegando por sorpresa a casa tres días antes de lo previsto. Para no cuasar un ataque cardíaco a Nuria -pero sin robarle la sorpresa del todo- coloqué en el felpudo unas revistas japonesas de moda que había birlado del hotel. Nuria aun pensaba qué hacían aquellos garabatos en la puerta cuando abrió la puerta y me encontró cruzado de brazos frente a ella. Las escenas posteriores, corresponden a la locura colectiva y al sueño de cualquier enamorado crónico como yo.
El fin de semana fue idílico, un sol de otoño bañaba Bruselas y por fin conocimos el parque de Tervuren. El domingo, volví a los fogones y bordé un arroz con conejo. El resto de días desde que estoy aquí se resume entre la paz y el nerviosismo que me invaden estos días, una desazón que me hierve y un intento de aprovechar las horas y prenderlas a mi capa.
Poco más que contar en el diván, espérenme en la curva que hay antes del aeropuerto. Yo ahora me debo a mis labores cotidianas.
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