viernes, 3 de diciembre de 2010

Visita

No importa lo lejos que esté. Vuelves otra vez a mí, y vuelves con las banderillas puestas, dejando un reguero de sangre transparente que no se ve, pero se escucha.
Atraviesas la atmósfera misteriosa que te envuelve y que espero romper con jeringuillas de cerveza, en una escalera mecánica sin barandillas ni suelo. A veces me ha dado miedo mirarte porque tu abismo es tenebroso y oscuro, pero confía en mí a la hora que quieras, no te vas a caer.


Es inevitable, me acuerdo mucho de aquel amigo nuestro que hace tiempo que no vemos. Ese que tenía un comercio en la Fuente Dorada que han devorado las grúas, te acuerdas ? Se que él difrutaría de este reencuentro pero que renegaría también de ciertas cosas, y tal vez nos daría un sopapo en el alma si pudiese. El otro día vino a verme de noche y me pidió que cantase, aunque no me dio recuerdos pero sentí su abrazo, y es el que te voy a devolver hoy a tí, porque lo necesita mucho más que yo.


Los hay que prefieren morir mañana en el sol de la falsa tranquilidad, la apariencia y la indiferencia. Allá ellos. Yo prefiero morir esta noche en tu abrazo de nieve silencioso.

1 comentario:

Ana Pedrero dijo...

¿Cómo logras rascar mi alma de esta manera? Quizá sea que también yo prefiero morir en un abrazo, no sé.
Un abrazo desde el Duero, recrecido, en este diciembre de tantas lluvias.