martes, 18 de enero de 2011

Hartazgo

Señor Cayetano, si pudiera hablar con usted, abiertamente le diría que se dejase de milongas. Alguno mataría por una décima parte del valor que usted tiene, para poder ser matador de toros, que es lo más grande que se puede ser en esta vida. Y pudiendo usted serlo, por sangre, físico y valor, decide dedicarse a otros menesteres. Se dedica a ponerse bajo el sol del foco, en vez de exponerse al sol del ruedo, y esperar entre pase y pase que surja la magia y la plaza cruja el alma con su voz de verdad. Usted se pone trajes de lujo que se manchan de carmín, y no de la sangre del toro.

Por respeto a todos los que amamos el toreo, por decencia y por honestidad, elija usted lo que prefiere, si la pasarela de Milán o el paseillo de albero. Y déjenos a los demás tranquilos disfrutar de lo que amamos.

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