miércoles, 5 de agosto de 2009

Pontevedra

Pontevedra es una cosa y son muchas. Es la salud de sus calles y de sus vinos, es rumor de ría, es gente tranquila y noble. Pontevedra me sabe a besos "a feira" y a albariño de Santiago Ruiz, a zamburiñas y arena, a un sofá negro que me recuerda a aquel donde me sentaba con mi padre (por aquello de que tiene un sitio reservado, pero siempre puedes sentarte a su derecha).
También huele a albero estos días Pontevedra, aunque los mismos que aplauden a José Tomás tilden de apático a Morante (Dios les perdone a todos). Tendido 2, fila 4, asiento 11. Pontevedra me ha regalado también un sueño taurino, conocer a Morante, darle la mano y mirarle a la cara. Y es muy difícil de explicar lo que sentí cuando Morante me miró y me susurró su agradecimiento. Tengo esa voz en la cabeza, y tengo guardado en mi piel el tacto de su capote y su apretón de manos. Toqué el capote de Morante...sin comentarios.
Pontevedra me devuelve la sonrisa de mi madre y me entrega el cariño de una familia donde ya soy uno más. Nazco de nuevo en la mañana y paladeo la quietud del tiempo, porque el tiempo pasa lento aquí, paredes adentro y afuera. Pontevedra me trajo a tí, o mejor dicho, tú me trajiste a Pontevedra para quedarme en ella, para quedarme en tí. Para que sea aquí donde te de lo poco que me queda ya por darte, una palabra o dos y mi promesa ya oficiosa.
Si, Pontevedra es muchas cosas y es solo una. Es mi sueño de amor cumplido.

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