martes, 14 de abril de 2009

Abril

Días de viento en Asturias, de caliz de agua y vinagre, de sidra envenenada con sonrisas. Villahormes llora con la lluvia pero se calma en su jardín, que ya reconoce los pasos del pequeño Juan.


Nuevas promesas y secretos a fuego, la misma nostalgia de siempre que hace que el carácter mute. Tu ausencia que duele más aun cuando estamos todos. Abril es un mes raro, huele a albero mojado y a toros, sabe a recuerdo de viaje desde Barcelona y llamada telefónica, a aquel abril de hace ya seis años que empezó a abrirme los ojos a la realidad y al dolor de perder a un ser querido.


Este mes de abril también es raro por no variar. Las ideas son volubles y se escapan por la chimenea, mientras las ilusiones se disfrazan de presente para endulzar el día a día. Eso si, los días siguen quemándose en el puesto de trabajo y te adormecen hasta llegar al remanso de paz que es el hogar donde habitas conmigo. Abril me ha traido la enésima promesa incumplida en el trabajo, y también la llamada de aquel que intentará solventar mis problemas respiratorios para siempre.


Es curioso, hoy he sido consciente de que dentro de unos días caeré en ese dulce sueño inducido que aun recuerdo desde niño, esa cuenta atrás desde diez en la que nunca pasé del cinco. Reconozco que me da canguelo pasar por la enfermería, pero me ha tranquilizado un pensamiento: y es que no hay ningún torero que se haya quedado en la anestesia.


Y como es obvio, yo tampoco voy a ser menos en ese aspecto.

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