martes, 23 de diciembre de 2008

Oasis y perspectivas

Un día triste siempre tiene arreglo si uno quiere. En mi caso, a veces las cosas me vienen rodadas como el viernes. De repente Enrique aparece en Madrid y nos abrazamos en la boca del metro Iglesia. Las conversaciones no necesitan un tiempo preparatorio ni uno de finiquito cuando son verdaderas. La nuestra, breve pero intensa, necesaria y reparadora, primer oasis en mi viernes de resaca sin alcohol.

Y cuando se cerraban las puertas del metro, va y me suelta la bomba. He de reconocer que la media hora siguiente me la pasé soñando con ir a la Maestranza a ver el mano a mano de Morante con El Cid. Me huele a toreo antiguo, a rivalidad de las de antes, a una gesta que empieza desde que se firma el contrato. Abril olerá a romero y a toros en Sevilla, a fino y a sueño de triunfo. A falta de otra cosa, será buena una televisión el 23 de abril.

El segundo oasis del viernes tiene ya una cara conocida, un beso sincero y envolvente, una ilusión y un atracón ranchero. Mi sustento, mi necesidad diaria.

Mientras tanto, para mí cierra sus puertas Magallanes 3 durante dos semanas. Me espera Valladolid al cierre del portatil, me espera mi madre y mis recuerdos, pero sobre todo me esperan todas las ausencias que hacen que desee que pasen estos días en un suspiro. Es duro saborear las ausencias aderezadas de frío y de silencio, ese que se siente cuando no hay palabra capaz de animar, cuando te vence el desánimo.

Y en nochevieja, mi debut con picadores en Pontevedra, tan deseado y feliz como extraño, rodeado del cariño de aquellos a los que ya tengo totalmente por míos.

Pero más vale pensar en lo inmediato. De momento, preparar los bocadillos para el viaje.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Aviones

A veces a uno le pasan aviones por la cara y no los ve.

Y a veces hace falta que te explote una bomba encima para verlos en el futuro.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Vuelta de Asturias

El retorno de Asturias es siempre traumático. El de ayer lo fue aun más durante las cuatro horas de tren. Ayer Villahormes lucía su orballu más íntimo, su viento más suave y envolvente. La chimenea de casa era si cabe más acogedora en la sobremesa, mientras me hacía el remolón en el regazo de mi madre.


Después de varios días de sonidos alegres y novedosos, el Reborín volvió a su esencia durante unas horas. Mi madre, Oti y yo, en una especie de espera en la que llevamos sumidos 17 meses. No hacía falta hablar en el chigre antes de la comida, porque la ausencia de mi padre llenaba toda la finca, toda la casa, llegaba hasta la Sierra del Cuera y cruzaba todo el valle de San Jorge. Esa ausencia estaba en la hierba, en el seto, y la sentí dentro de sus madreñas frías y desnudas, que también le esperan en la puerta.


Yo asentía como un bobo cuando alguna persona cercana me explicaba qué se sentía ante la ausencia de un ser querido, asentía con la facilidad de quien se siente poseedor de todas las verdades de la vida.


Ahora soy yo el que intento explicarlo y veo las caras embobadas de aquellos que asienten y te dan la razón ante balbuceos inconexos sin sentido que intentan explicar lo inexplicable.


Creo que la forma en la que más me puedo acercar es esta: es muy jodido y aunque por momentos cambie de intensidad, no mitiga.


No hay solución ni parche que me quite esa sensación de frío y de miedo que me inunda cuando me doy cuenta de que no estás, y que no vas a volver.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Cicatrices

De repente te da un aire y empiezas a darle a la hebra. Sin querer van saliendo vocablos cubiertos de moho y sentimientos con aroma a pescado podrido. Y aunque la apariencia primera es de liberación, descubrimientos de este tipo dejan una sensación de malestar que perdura durante horas, la sensación de saberte poseedor de unas circunstancias y una realidad que preferirías ocultar bajo un manto de petróleo mexicano.


Y es que muchas veces, hablar abre cicatrices que fueron cerradas con papel de fumar.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Varios

1. Semana de cumpleaños varios fue la pasada. Algunos, celebrados y festejados, otros recordados, otros tristemente olvidados por mi torpeza (Felicidades Enrique). El miércoles, un bolso para cargarlo de alegrías y unos zapatos para ir a buscarlas. Y tu sonrisa mezclada con lágrimas frescas de la Ría de Pontevedra.


2. Parecía muy lejos, pero ya ha llegado la Fiesta. Será este fin de semana al calor del amagüestu. Es curioso, la tengo más por mía que cualquier otra fiesta. Año tras año me "pierdo" las fiestas de Valladolid, pero llevo años sin faltar a las Fiestas de Piñeres. Castañas asadas, entrañables diversos y el baile en el túnel. Y el recuerdo de verte bailar un pasodoble con madre. LLevavas un gorro de luvia azul.


3. Fin de semana de frío, de todos los amores congregados en el minúsculo albero que es el salón de mi casa. Nuria eligió ese color para las paredes: "Es para que Jaime torée" le dice a todo el mundo. Viendo ayer el reportaje de Paquirri en TV Castilla La Mancha, realmente emanaba arte y sabor en cada metro. Pese a todo lo sufrido en los inicios, es cálido éste albero donde medito cada noche sobre la faena realizada.


4. Jamás pensé que cansaría tanto colocar las lámparas. Sin duda, lo más duro es no tenerte a mi lado para compartir una cerveza y alabarnos mutuamente durante horas.