De repente te da un aire y empiezas a darle a la hebra. Sin querer van saliendo vocablos cubiertos de moho y sentimientos con aroma a pescado podrido. Y aunque la apariencia primera es de liberación, descubrimientos de este tipo dejan una sensación de malestar que perdura durante horas, la sensación de saberte poseedor de unas circunstancias y una realidad que preferirías ocultar bajo un manto de petróleo mexicano.
Y es que muchas veces, hablar abre cicatrices que fueron cerradas con papel de fumar.
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