lunes, 27 de octubre de 2008

Otoño (Seminci)

Recientemente leí en el blog de Munlait que el Otoño no comenzaba en Pontevedra hasta que no aparecía la castañera de la Herrería. El comienzo de mis otoños los asocio siempre con uno de los eventos que más feliz me ha hecho a lo largo de mi vida, del que tanto he aprendido y al que tanto debo: La Semana de Cine de Valladolid.


Mis primeros recuerdos se van a mis 15 ó 16 años, cuando me escapaba por las tardes para ver alguna película al tun tun. Ya con los 18, en plena fiebre cinéfila, me tragué todo lo que pude, y con la Universidad llegaron los novillos y los días enteros comprando las entradas para el siguiente día. Recuerdo que llegaba exhausto después de tres o cuatro películas, pero anhelante de cine. Y aquella sensación de libertad que me invadía cada vez que sonaba la musica que presentaba la película. Era entonces cuando me pegaba a la butaca y el reloj se paraba. Eran momentos de descubrimiento, de aprendizaje, de debate interior. Fue la época que consagró mi amor por el cine, que siempre había latido en mí desde pequeño.


A la Seminci le debo haberme encontrado con Egoyan, Angelopoulos, Paskaljevich, Yimou, Guediguian...y en mi mente se agolpan detalles que poco a poco han ido forjando mi propia ideología sobre el cine. Y aunque últimamente el estrés de la vida no me deja disfrutar a diario de mi gran vicio, tengo anotadas todas aquellas experiencias cinematográficas que aun estan pendientes (bien sea por experimentar por primera vez o por revivir).


Pienso que el cine es, sin duda un arte. Y también pienso que es muy complicado hacer buen cine, hacer llegar al espectador lo que realmente se desea transmitir. Pero cuando un director lo consigue, es cuando el cine adquiere su sentido de expresión vital, y no de simple narración de sucesos.
H

oy, añoro desde Magallanes 3 aquellos días, y pienso cuánto me gustaría volver a aquellas butacas rebosantes de sueños y de vida. Mientras escribo, el Teatro Calderón se prepara antes de la emisión de la película de las 19:30, uno de mis horarios preferidos.


Ahora, desde mi vida en Madrid, no hay tiempo ni siquiera para analizar las películas a concurso, pero el recuerdo y la nostalgia golpean con fuerza este comienzo de mi Otoño. Y si vuelvo atrás el sentimiento, se me ponen los pelos como escarpias al imaginar las luces del teatro apagándose, en éste mismo momento, justo antes de que la luz del Cine ilumine el silencio de la sala.

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