viernes, 8 de agosto de 2008

Secuencias

Quemo los últimos minutos en la oficina, antes de una semana libre y merecida. Hoy, cumpleaños de mi hermano mayor, mañana a Pontevedra, el lunes a Asturias. Tengo asumido que este estilo de vida errante es el mío, el aprovechar mis fuerzas para moverme y tocar cuantos palos quiera.


De momento, miro el horizonte con ilusión, empezando por el bote de fabada que me voy a meter al llegar a casa en diez minutos, continuando por pasar unas horas con mi sobrino esta tarde, pasando por regresar al cariño de mi segunda familia, siguiendo con la corrida del martes en Gijón. Es peligroso ver a José Tomás torear, porque te entra el mono. Ayer, con mucha suerte y perseverancia, conseguí dos entradas para verle, que ya me llaman desde lejos, antes incluso de la corrida de El Puerto del domingo en la que Morante y José Tomás se enfrentan. Por fin un duelo de postín, bendito aquel que pueda ver esa corrida.


Pero saliendo de los toros, salgo de mi cuerpo vuelo por un momento hasta una lavandería de Brooklyn y reconstruyo con la imaginación fotografías cortadas. Los días no pasan iguales desde aquí que desde Nueva York, y pienso ya en pasar el suplicio del avión para abrazarte.


Y lo inmediato, lo que genera más expectación en mí: Los Juegos Olímpicos, la verdadera pasión de un enfermo del deporte como yo.


Comienza el espectáculo

1 comentario:

Anónimo dijo...

POR QUÉ NO VIENES YA!!!!

(y no es una pregunta)

:)