jueves, 24 de julio de 2008

Paralelismos

Hubiese tenido el billete comprado hace tiempo, y me hubieses ido a buscar al aeropuerto a eso de las 6. A las 7 estaríamos en casa y planearíamos la cena. El chigre, refugio de nuestras confidencias y nuestras soledades, sería esta vez guarida de todas las novedades que me azotan, y hablaría contigo de todas las ilusiones que me dan vida con un par de alhambras bien frías (la tuya en el vaso de sidra que pone "La Gascona"). Madre prepararía unos tortos con huevos y cenaríamos allí, antes de dar un paseo hasta la iglesia, donde hacerte depositario de todos mis secretos, aquellos que solo tú conoces.

La noche pasaría mágica envuelta en el edredón de mi cama, y al levantarme en mitad de la noche oiría el estruendo de tus ronquidos mezclarse con el tic-tac del reloj Muñoz Merino del salón. Me sentiría a salvo, protegido. Curaría mis noches de calor madrileño y me levantaría tarde, cuando tú ya habrías desayunado tus tostadas de pan con aceite. Iríamos a Posada a abastecernos para un fin de semana feliz con mis hermanos y con tu nieto Juan, sangre de tu sangre, y visitaríamos a Ana, a Marisa, y a "La tetas" a comprar el periódico antes de tomar el inigualable café de Jovino.

Al volver, madre estaría sentada al sol del norte y esperaríamos la llegada de tus vástagos, con tu sonrisa, con tu gorro de paja y tus gafas de sol.


En lugar de ello, he llegado a Valladolid a media tarde, y nadie me ha venido a buscar. He llegado a casa y he vagado por internet y por las divinas ondas telefónicas que me acercan a Nueva York, donde encuentro amor y paz en tiempos de zozobra. He caminado por un Valladolid vacío que me regalaba brisa fresca, y he cenado solo en el Campero, donde me ha envuelto la nostalgia de Antonio Saldaña, y el recuerdo del "pincho y salchi" de antes, aquel que tú me enseñaste y que tanto te demandé durante años.

Y ahora, imagino todo aquello y vivo la soledad de la distancia, pesacdo fresco incluido. Y escucho la NRK que también me lleva a tí, y a un tiempo de felicidad absoluta y de descubrimiento. Hablo con Kiko que regresa envuelto en el atasco de Madrid, y escribo silencioso y callado.

Y mañana a Asturias. Asturias sin tí. Mientras tanto, imagino y vivo estos paralelismos ficticios, entre lo imposible y lo real. Y llegan las once de la noche y me doy cuenta de que en este preciso momento, lo que anhelo es estar durmiendo en la cama, para soñar con lo imposible.

Me apetece volver al San Jorge contigo. No vuelvo desde entonces.

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