viernes, 18 de julio de 2008

Saber lo imposible

Viene hoy más que nunca una brisa ácida que me corroe, un rumor de un silencio que invadió mi vida entonces, hace un año. Viene tu recuerdo envuelto en canciones mejicanas, en fuentes de sidra perpétua, en restaurantes, en conversaciones y en pares de banderillas de Curro Cruz.

Y no hace falta que te busque en mis entrañas, porque nunca has salido de mi vida, ni de ese llanto con el que te evoco a escondidas.

Un año después, me conformaría con saber dónde se esconden ahora tus piernas y tus gafas de sol, dónde moran ahora tus sonrisas, tus juicios, tu carácter sin el cual somos títeres descabezados en el día a día. Hoy quisiera saber, padre, si existe un lugar donde reposa el amor y la esperanza, esa plaza donde nunca llueve y las entradas son siempre de sombra y de barrera. Hoy quisiera saber lo imposible.

Dime, padre, que de tí no solo quedan recuerdos y fotos, y que llegará un día en que me llenes de nuevo con tu abrazo, aunque sea un abrazo de polvo y de niebla.

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