lunes, 11 de febrero de 2008

Fin de semana y un sueño.

El fin de semana ha tenido de todo, pero por nota general, ha reinado esa calma placentera que se asienta en Alenza 14 los sábados por la tarde, cuando se van apagando los astros y el silencio cómplice se camufla entre respiraciones, tecleos y sonrisas. Cine en la noche, como mandan los cánones, en versión original. "No es país para viejos", muy recomendable, aunque no es "Fargo".

La desgracia, una vez más, en forma de balón de fútbol y de siete goles que se le ocurrió marcar al madrid ante el humilde (y demasiado valiente) Pucela de Mendilibar. Y vuelta a saborear los últimos estertores de la calma de fin de semana.

Los domingos solemos acostarnos tarde, como si quisiésemos prolongar la dicha, como si el lunes estuviese más lejos de lo que parece. Apagar la luz un domingo es triste, porque se cierra el paréntesis que se empezó bajando la persiana el viernes por la noche.

Y para colmo, éste lunes no ha sido fácil, y todo ha comenzado con un terrible sueño que he tenido ésta noche. Sentía un dolor horrible en la mano. Me miraba y veía una herida supurante. Apretaba la herida queriendo extraer el pus y cada vez que lo hacía, me salía una hormiga del dedo. Así una y otra vez durante horas. De repente, presa del pánico, estiraba la mano como queriendo expulsar de mí todo aquello. Me ha despertado un quejido de Nuria ya que, al estirar la mano en sueños, también lo he hecho en la vida real y la pobre se ha llevado un buen recado, aunque no creo que se cauerde.

Aun tengo la imagen de aquellas hormigas saliendo de mi mano. Me ha horrorizado durante todo el día esa sensación que me ha poseido durante gran parte de la noche, con un realismo espantoso.

Yo lo que interpreto, es que aun queda mucha mierda por sacar de mis entrañas.

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