miércoles, 28 de noviembre de 2007

Imposible

Abrazo la ternura de tu beso postrero, aquel que recibí cuando entré de nuevo en el salón por haber olvidado el cargador del móvil. Muchas veces pienso que aquel olvido no fue casualidad, que también estaba escrito para que pudiese despedirme de tí a solas, aunque sin saber en ese momento que era una despedida.
Al salir, te miré desde la puerta a través de la rendija. Estabas de espaldas, inmóvil y solo, porque mamá estaba despidiéndonos en el coche. Es triste, pero es la última visión que conservo de tí, porque lo que me encontré el martes por la noche ya era tu sombra languideciente. Me viene una y otra vez esa imagen, esas últimas palabras "Trabaja, hijo, nos vemos el sábado", y la forma en que me acariciaste la cara y me sonreiste.
No puedo papá. No soporto tu ausencia.

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