jueves, 8 de noviembre de 2007

Antes de ir

Me pegas otra patada en las costillas cuando giro la esquina, en plena calle, justo al pasar por el tenderete de castañas asadas. Miro tu bota (la del golpe) y me doy cuenta que es la misma que yo llevo, qué ironía. Y si me miro en el espejo de la plaza, veo en él mi piel de asno y las magulladuras de tus golpes, todo en uno.
Mañana salgo repleto de abrigos y de bufandas, a combatir el frío que dejan las sombras cuando se desvanecen...¿o eres un Peter Pan del siglo XXI y todavía vuelas libre por los tejados y las islas?
Y no hay kleenex para nada. Ni para la sangre, ni para las lágrimas ni para el vómito. Y mucho menos si al abrir la boca me doy cuenta que no es saliva lo que tengo en mi interior: es que me suda la lengua.

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