martes, 23 de octubre de 2007

Sábado y martes.

Creo que aun no me he repuesto del fin de semana. Para ser más exactos, del sábado. Para concretar, del sábado entre las 18 y las 23 horas. ¿Que qué hice? Ir al IKEA. Un caos, un monstruo con puertas y ventanas, una máquina sofisticada de nerviosismo y desesperación. Pasillos, muebles, lámparas, almacenes, precios...y familias enteras buscando el chollo del mes que encajase en su salón. Carritos con bebés, niños "gritones y corretones" gente lenta, sobona, pesada, ambientes acogedores repletos de paletos probando sofás, camas, sillas y sillones. Un espectáculo no apto para gente que se agobia...como nosotros. Si Nuria y yo no nos matamos el sábado, fruto del estrés y de la plomiza atmósfera que nos rodeaba, entonces es que el amor eterno está asegurado.


Y allí reposan en casa, aun sin abrir los muebles, esperando a que mis inexpertas manos los desembalen y monten con esmero. ¿Merecerá la pena? Decididamente: si. Pero antes de ir a casa a darle al destornillador, me juntaré de nuevo con Ruth y con Victor a tomar una cerveza y a charlar. Parece mentira que apenas hayan pasado dos semanas, porque al ver entrar a Ruth por sorpresa esta tarde me ha invadido una alegría típica de meses de nostalgia.


Y aunque solo sea por eso (que no lo es), el día de hoy es un día feliz.


(foto: con Ruth y con Victor en la oficina)

No hay comentarios: