martes, 9 de octubre de 2007

Fin de semana

El primer fin de semana con Nuria en Madrid ha sido intenso, y vivido con una emoción infinita. Algo que para el resto de parejas es el pan uestro de cada día, para Nuria y para mí ha sido una pasmosa novedad, un bautizo de realidad con peso de plomo. Algo tan sencillo como salir a cenar el viernes, pasar juntos el sábado (con una buena corrida de toros de por medio, y descubriendo cómo disfrutar del sofá extensible con una peli y una manta por la noche) e ir al cine el domingo, fue un sutil descubrimiento de lo que podría haber sido un noviazgo normal, tornado ahora en dulce convivencia. Me asombra cómo Nuria es capaz de hacerme sentir la multitud de cosas que pasan por mi mente cuando simplemente la veo reir, o soñar, o acompañar sus primeros y firmes pasos en el mundo del toro. Sencillamente, me siento estable y feliz ¿alguien da más?
Para colmo, y para demostrarme su carácter único, un detalle me terminó de convencer en la mañana del sábado. Caminábamos por los alrededores de "Casita de papel" cuando de repente Nuria se dirigió a un oriental que pasaba por la calle, le sonrió y le saludó con dulzura. Él la correspondió, y Nuria permaneció sonriente
- ¿Y de qué conoces a este chino? -pregunté asombrado.
- Es el dueño de la tienda de debajo de casa. ¡Ya me conoce y siempre me saluda!
Puede que detalles como éste también sean indiferentes para la mayoría de las personas, pero para mí no lo son. Es imposible permanecer indiferente ante este ciclón, que desde hace una semana me acuna y me despierta cada día con la más increíble de las sonrisas.

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