miércoles, 10 de octubre de 2007

Nueva plaza

He toreado durante años en esa plaza, y he cuajado grandes faenas, siempre cortas pero intensas, y lo he hecho con diferentes luces, pero eso sí, siempre con el mismo traje y sin montera. Es por eso que me ha causado tanto dolor dejar mi plaza.
Las gotas cayendo por mi cuerpo, mientras agarro con fuerza el capote que esa tarde ha caido en suerte. Siempre preferí el violeta o el azul oscuro, los demás nunca me complacieron, y cometí auténticas barbaridades para que mi mozo de espadas colocase siempre aquellos que eran de mi agrado. Miro de frente y cito...y el toro acude desde la pared, allá lejos. La primera verónica siempre más larga, la segunda recogiendo más al toro, y la tercera ceñida, seria y por el pitón izquierdo -que siempre fue el mejor de mi temido y respetado oponente-, para rematar con una media de vértigo que volvía loco al público, que me aplaudía enfervorecido mientras me secaba.
He cambiado de plaza y he salido perdiendo, demasiado pequeña...ni siquiera puedo extender los brazos para lancear, y el capote morado está colgado inmóvil y sin esperanza. Pero este fin de semana regreso a mi plaza fetiche, aquella que contempló mi madurez como torero y que jaleó mis mejores momentos con el capote, y prometo no defraudar si el tiempo no lo impide (que no lo hará salvo que aparezca una gotera inesperada).
Y es que torear por verónicas con la toalla después de la ducha... es algo que muy pocos saben valorar como Dios manda.

No hay comentarios: