jueves, 6 de septiembre de 2007

Julio Aparicio


Estos días, medito acercarme a Ciempozuelos el lunes a ver a Julio Aparicio. La verdad es que me ha picado la curiosidad de ver a este artista de la gomina, tras cortar dos orejas en El Escorial el otro día. Esa misma noche, escuché una entrevista rediofónica en la que alababan la actitud del diestro sevillano, pero a los pocos minutos, el entrevistador y su cuadrilla recurrieron a lo fácil en su encuesta, sacando a colación aquella tarde de San Isidro de 1994, cuando Julio le cortó dos orejas a un toro de Los Bayones, en lo que supuso el punto álgido de su carrera. Ya sabemos todos que se acordó de Antoñete, y ya sabemos todos que fue un gran día, pero reducir la vida de un torero a una tarde, me parece de una extrema pobreza. No hay que olvidar la grandeza, pero se le ayuda poco al matador cuando lo único que se le menciona es el recuerdo de aquella puerta grande de mayo. Y Julito, a decir lo mismo de siempre. Y me di cuenta de que a los pocos segundos, ya nadie mencionaba las dos orejas de El Escorial: habían caído en el olvido poco después de comenzar la entrevista.


Todo ésto me hizo pensar en la tristeza del hombre, en lo efímero de su obra y de su importancia, y lo dificil que es que alguien te recuerde por algo más que un arañazo en el suspiro del tiempo. Cuántos hay como Aparicio (toreros del ruedo y toreros del asfalto) que pretenden dejar una estela y se encuentran con que su vida es un momento, una ilusión, una especie de sueño que, de tanto refrescar, anula el presente y el futuro. Y de rebote, se mitifica tanto la acción que parece, finalmente, no haber sido real. De esta manera, nuestra propia existencia se reduce a un sueño, y nos convertimos en meros espectadores del devenir universal.


Me resigno a ese hecho. Me niego a aceptar que el olvido devora el porvenir y la fortuna. Me niego a subrayar la globalidad de ese cruel olvido, la pérdida del horizonte, de la ilusión, de la meta.


Julio Aparicio necesita vivir un "hoy" para aspirar a un "mañana", pero para ello, necesita que se le vea como algo más que un recuerdo. Es irónico, pero para no caer en el olvido, Julio necesita que la gente se olvide un poco de la gloria que alcanzó hace 13 años.


Creo que le daré una oportunidad a Julio y, de ese modo, me daré una oportunidad a mi mismo, y ya de paso, a todo el mundo. Y el lunes, si su lumbalgia se lo permite, veré a Julio Aparicio hacer el paseillo, como si tomase la alternativa.

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