martes, 25 de septiembre de 2007

De lo que se siente al ver a un torero


Mi padre siempre me decía: "Aunque te intenten parar, échale jeta y te plantas en el patio de cuadrillas, que siempre podrás darle la mano a alguien"


En Pontevedra, y con reportera gráfica como ayuda, conseguí colarme y saludar a todos los toreros, desearles suerte y escucharles caminar. Sentir a un torero de cerca es un milagro, parecen castillos colosales sobre sus zapatillas. Con tan solo acariciar su chaquetilla, sientes que tocas parte de su gloria y de su leyenda, es un privilegio que ni siquiera un fan del Beckham puede sentir al verle entrenar.


De aquella tarde guardo unas fotos preciosas, pero sobre todo el recuerdo de saludar a los espadas, de hablarles, y de sentir cómo me miraban a los ojos. Eso si, en todas las instantáneas aparezco tembloroso y con cara de julai. Pero ahí están, para la memoria.


Vease ejemplo en la foto de arriba, el menda con Manuel Jesús "El Cid"...casi nada al aparato.

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