jueves, 27 de septiembre de 2007

Un día en casa

Estos días, unas cuantas bacterias se apoderan de mi cuerpo y me incomodan. Forzosamente, ayer tuve que pasar un día de retiro en casa. Cuando uno se ve obligado a hacer algo, esto conlleva que se acuerde de aquello que añora. Ayer, en mi soledad destructiva, me acordé de muchas cosas. Sobre todo de cuatro
Una: del cariño y atención que me hubiese dedicado mi madre, si hubiese estado conmigo.
Dos: de la distancia física que hubiese tomado mi padre si hubiese estado con él, si aun estuviese conmigo, en su típico "A mi no me pegues nada".
Tres: de la compañía de Nuria, de su calor, de sus infinitos detalles, de una manta que nos tapase a los dos a media tarde, y de un vaso de leche con miel ants de dormir.
Cuatro: de la sonrisa de Ruth y Victor, de su cercanía, de esa labor encomiable que hacen conmigo a diario sin darse cuenta, y que tan imprescindible se ha vuelto para mí, dándome motivos para esperar algo del mañana inmediato.
Hoy he vuelto a mi rutina. Y vuelvo a echar de menos muchas cosas, es irremediable. Vivir es anhelar y recordar, mientras pasan por tu lado las vivencias que, probablemente, echarás de menos muy temprano.

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