viernes, 2 de septiembre de 2011

Japón, día 2. Reuniones y neones

Llego nuevamente reventado después de un día agotador. Mañana se trabaja, pero a las 10, lo cual me permitirá dormir un poco más y terminar de coger los tiempos.


Día de reuniones, de búsqueda. Las reuniones son de lo más curioso que me he encontrado hasta ahora en Japón. De un lado los japoneses, del otro los foráneos y, en el medio, yendo en un sentido y en otro, un hombrecillo que traduce para ambos bandos. Es curioso, pero cuando alguien habla en inglés durante diez segundos, la traducción toma 30. Clavadito a "Lost in Translation".


Y allí estoy, en medio de tanto nerviosismo, tanta sabiduría y tantas dudas. Hoy probé la sopa instantánea de nooddles para comer y fue resultona. Para otro día pruebo la de curry.


Pero lo mejor sin duda viene después, cuando el tren de Higobashy se detiene y me encuentro con Osaka. Hoy pude pasear con tres de mis compañeros por calles repletas de neones, restaurantes y salas de karaoke. Después de la apoteósica cena japonesa de ayer, hoy se le ha metido en la ceja a Walter (un americano de padre serbio y madre alemana) ir a comer a un coreano. Espectacular, prodigioso. Asia me conquista con su gastronomía.


Y después de una fraternal cerveza (a precio noruego, será porque los dos son países balleneros) vuelta al hotel para descansar y recargar pilas a través del teléfono. Un hilo me une a Europa, a una ciudad cargada de historia y de chocolate, y me regala los actos del día, esos que a veces pasan desapercibidos pero que aquí valoro como un sol.


Precisamente ahora cierro el ordenador y me voy a la cama, no sin antes tender ese hilo que me una a tí por unos minutos. Es la forma que tengo para dormir contigo una vez más, sin que ni siquiera me roces.

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