viernes, 22 de mayo de 2009

El sueño de Morante

Morante fue ayer un sueño, una enciclopedia del alma. Pisó el albero Morante de la Puebla en Madrid, albero entero y roto en estos días que vive la tauromaquia.

Y clavó las zapatillas, imantadas con el centro puro de la Tierra. Y fue uno el mentón con su cuerpo. Y fue uno su peso sobre la pierna buena. Fue misticismo y valor, entrega y oración.

Morante lloró ayer las lágrimas de aquel aficionado que ya perdió la esperanza, las de aquellos que en aquel momento estaban ocupados en cosas mundanas, las de los guiris que se fueron asustados tras el segundo toro. Morante llora solo, está solo en el mundo en ese instante en el que la divinidad taurina le acaricia y le consuela con su arte.


Morante, torero eterno que escribe con titanio en el alma de los tiempos. Héroe espartano, orfebre, Maestro, donador de felicidad hacia unos pobres locos que no han podido conciliar el sueño de Morfeo esta madrugada, soñando despiertos con el sueño de Morante.

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