jueves, 19 de febrero de 2009

De paseos por calles estrechas

Ayer tuve un día oscuro, un día 18 más. Los días 18 van siendo para mí como los amores muertos, aquellos en los que ya no se cuentan los meses de existencia. En mi caso, me resigno al paso de estos días que me devuelven aquel aroma de tristeza, aquella mirada perdida, y la voz de tu María cantando el Casta Diva, el cual he sido incapaz de volver a escuchar desde entonces.


Envuelto en nubes me acordé de lo que siempre me dice Enrique sobre el agua y me fui a la piscina en un arrebato nada usual por mi parte. Efectivamente, el agua calentó mis adentros y me hizo respirar bajo las gafas. En el agua el tiempo pasa de otra manera y te encuentras en una soledad deseada y plácida con tus pensamientos, es como una fortaleza contra el miedo.


A la salida ya no había nubes sobre mí, sino bruma. Paso por momentos de inestabilidad donde las mismas cosas que un día me complacen me parecen de repente insuficientes, y aprecio detalles otrora desperdiciados. Me refugio como siempre en tí, en la dulzura de tu abrazo y tu mirada sincera, y me pregunto qué puedo hacer para darte todo aquello que anhelas de mí.


Lo único que me queda claro ultimamente, es que la vida te lleva por calles que, vistas desde lejos, parecían mucho más anchas y luminosas.

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