viernes, 7 de marzo de 2008

El camarero de Cafe Osebro

Ya estoy de vuelta. No hacía mucho frío esta vez, en comparación con el febrero que me vio desembarcar. Vuelvo cargado de cerveza y de chocolate, también de recuerdos concentrados.


Mansa sube la belleza de Noruega por mi cuerpo hasta dominarme, y dueño soy de su paz y de su espíritu. Allí los días son cadenciosos y tranquilos, y el sol tarda más en esconderse aunque en realidad se acueste antes. No podría destacar muchas cosas de este viaje, mas alla de la energía recuperada y las certezas obtenidas, pero si hubo un suceso que me habló de muchas cosas.


Cuando mis padres fueron a visitarme a Noruega, mi padre necesitó tan solo una mañana de paseo para localizar su rincón selecto donde tomarse la cerveza. Se trataba del Cafe Osebro, mi lugar favorito en el verano, poseedor de una terraza deliciosa y amarradero propio, justo al lado del fiordo de Porsgrunn. Esa mañana quedé con ellos allí y contemplé cómo Juanito se había ganado ya al camarero para su causa. El camarero había pasado un par de semanas en las Canarias y se sabía a la perfección aquello de "Una jarra". Ni que decir tiene que, cada uno de los días que mi padre estuvo allí, pasó por su bar a tomarse "una jarra", y alli recibía el baño de simpatía y complicidad del camarero. Mi padre recordó hasta hace poco aquellos días en Noruega, y aquel bar soleado donde caían las jarras de cerveza Hansa.


El viernes fui con mi amigo Carlos y con Maitane (una chica de Valladolid que ocupa ahora "mi luigar") a tomar unas cervezas por la noche. Después de tomar una en Kaffe K, dirigimos nuestros pasos a Cafe Osebro, y me tocaba pagar la ronda. Fui a pedir a la barra...y allí estaba aquel camarero. Comencé a hablar con él llevado por un impulso desconocido, y se le iluminó la cara cuando le hablé de mi padre y de aquellos días al sol en la terraza. Al momento sonrió y exclamó "¡Una jarra!" y los dos comenzamos a reir. Aquel hombre aun recordaba a mi padre, año y medio después de atenderle durante 5 ó 6 mañanas.


Algo va cambiando en el tiempo, también la forma de ver las cosas cuando te araña la nostalgia. Las lágrimas que salieron de mis ojos después de aquel encuentro fueron dulces y fuertes. Sencillamente se me llenó el alma de orgullo pensando el gran padre que me ha dado la vida...y me pedí otra jarra a su salud.

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