viernes, 27 de agosto de 2010

Profecías

11 de Enero de 2007. En aquel tiempo, vivía el comienzo de mi nueva vida, con una expectación que aun me sobrecoge y que revivo día a día cuando te veo en la tarde. A las 17.05 me disponía a escribirte un nuevo mail, una nueva muestra, un nuevo sueño. No se qué ocurriría pero nunca llegue a enviar aquel mensaje, tal vez se fue la luz, tal vez tuve que salir de casa, tal vez quería revisar el contenido del mismo más adelante. Nunca salió de mi buzón.



Hoy me he dado cuenta de que había un (1) en la carpeta "Borradores" de mi vieja cuenta de correo. Lo he abierto y me he regalado la más bella profecía que entonces podía albergar. Y he constatado que todo lo que entonces anhelaba, forma ya parte de mí. Es un mensaje inacabado, que no necesita un final para adquirir la dimensión perfecta, intacta a día de hoy. Y ahora entiendo lo que yo mismo imaginaba entonces.



No podré con el peso cuando llegue. Me sorprenderá en la mañana, mientras preparo con esmero el nuevo día. Cubrirá las arrugas de mi piel y borrará toda esencia de mis ropas. Tendré sed, y no habrá lentes que eviten mi ceguera. Ceguera irremediable antesala del descanso, de la tranquilidad y la sonrisa. En ese momento, lavaré mis manos para recibirte, pero estarán sucias ante tu pureza. En efecto, llegará y acabará con todo lo conocido, con todo lo existente. Memoria y olvido serán una misma cosa, y el día será eterno. Tu figura desaparecerá entre la luz blanca, y me darás la mano, y al instante será una la pureza, será único el ambiente. Nuestros pulmones, infinitos, absorberán contaminantes y perfumes, y saldrán limpias las palabras, libres surcarán el espacio y el tiempo hasta encontrarse y a la vez perderse.

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