sábado, 6 de junio de 2009

Por ilusiones

Por fin llegó el día de mi confirmación en Las Ventas. Llegué a tiempo de tomarme el gin-tonic con hierbabuena, y allí estaba mi padrino de confirmación, de Lila y oro (inolvidable Chenel) marcando los tiempos de una conversación que era delicia escuchar. La bajada desde el bar a la plaza, por la calle Alcalá, fue una suerte de paseillo. Qué hermosa se ve la plaza desde allí. Enrique, con el radar puesto anotando los rostros conocidos "Mira, Javier Vázquez", aunque lo mejor fue cuando, al entrar por el patio, acertó a ver a una gachí alemana que al parecer había publicado un libro fotográfico sobre José Tomás, la misma que enloquecería en el albero con la salida a hombros de Esplá dos horas y media después del avistamiento.

Y sin querer, pasaron las horas, y yo callado y poniendo la oreja, disfrutando de los comentarios de Enrique, que bien debería cobrarlos a millón. Toda una lección de tauromaquia, todas las miradas, todos los detalles, "Mira qué bonita la chaquetilla del picador". Lección magistral gracias a la pericia de Eneko en conseguir las entradas (aunque él niegue que sea acierto suyo y que viene de lo alto).

Así ir a los toros es otra cosa. Ayer Esplá, torero único y añejo, acompañó con su arte y su sonrisa agradecida una tarde tan especial como la de ayer. "Es como Rafael el Gallo", apuntaba Enrique mientras Esplá recibía el cariño de Madrid en su última vuelta al ruedo de Las Ventas.

Un lujo, un guiño del cielo y del destino, un recuerdo permanente hacia los que nos precedieron un día, y que ahora beben ginebra con nubes en vez de hielo. Ayer, más que nunca, Jaime Arenillas...por ilusiones.

1 comentario:

Niño de la Puerta del Sol dijo...

Estimado Bohemio: Magnifica crónica. Priovilegio fue el mío que fui testigo de ello, del puro mornatista, del gintonic y sobre todo de los valiosos comentarios de D. Enrique (hijo) que cuando acaba la corrida llama a su amigo Purísima para que los ponga en blanco sobre negro. Lo de las entradas se encargan unas personas que están allí en lo alto. Desde su andanada celestial se acercan por Las Ventas a estremercerse con la gloria y a indignarse con la traición al toreo pero sobre todo se acercan para ver si una vez más el capote de Morante vuela.