Aun está lejos Nueva York, pero no puedo contener la ilusión que me hace que te llame Mister Burke y te diga que te cojas el avión. Creo que una maravilla así solo puede hacerte bien, y a mi de rebote, cuando en una visita transatlántica podamos pasear por Manhattan recorriendo planos de Woody Allen.
Es cierto, aun queda lejos, duerme en el seno de aquellas realidades posibles que nos enamoran. Y no temas soñar con ello, porque hay muchos caminos que llevan a tu sueño, y en todos estás tú presente, llamando a las puertas de la vida con fuerza, dispuesta a caminar por calles de fuego y rosas, calles que devoran asfalto y después lo esculpen.
Qué divina distancia disfruto cuando en la noche, estando a tu lado, vuelas en mi mente hacia aquel apartamento que ya adorné para tí, con una foto mía en la mesilla.
Y es que todas las ciudades adquieren una nueva dimensión si las pienso contigo, y Nueva York puede ser muchas cosas y a la vez sólo una: La duodécima ciudad donde te ame.
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