miércoles, 19 de enero de 2011

El banco del parque

Me acercaré de nuevo hasta aquel banco en el que te espero algunas tardes. Hay veces que me pierdo mirando los arbustos y las fuentes. Regreso y ya has pasado. Sin embargo en ocasiones no parpadeo esperando tu llegada, pero pasas distraida sin mirarme y no interfiero en los silencios de tu vida.


Siempre busco el mismo objetivo. Se cruzan nuestros pensamientos antes de entrar en el parque, y al poco de sentarme en nuestro banco, llegas sonriente y a la vez melancólica, con ese toque que tanto me gusta y que te da el gris en la cabeza. El beso ha comenzado muy temprano, y llega al final con tu presencia. Conversamos con la mano entrelazada y nos amamos, y los árboles mecen nuestra danza. Proyectamos aquello que deseas, y pienso si tengo la llave de la puertas que llevan a tí. Pero tendré que pensar sobre ello esta noche, después de haberte perdido una vez más.


Es en esas ocasiones cuando más me duele tu despedida, cuando siento agudo el sentimiento y me urge encontrarte de nuevo mientras aun te estoy perdiendo. Te alejas, y espero que mires hacia atrás, pero la distancia no me permite estar seguro de si lo haces o no. Me embriaga tu perfume y con él vuelo hacia la ventana de la madrugada.


Te esperaré de nuevo esta tarde, con el mejor de mis parlamentos, con mi elegancia planchada y sin motas de polvo en el sombrero. Amor mío, atardece en este parque y soy feliz, ya que tal vez aparezca de nuevo tu figura, rodeando la farola oxidada de mi nostalgia.

martes, 18 de enero de 2011

Hartazgo

Señor Cayetano, si pudiera hablar con usted, abiertamente le diría que se dejase de milongas. Alguno mataría por una décima parte del valor que usted tiene, para poder ser matador de toros, que es lo más grande que se puede ser en esta vida. Y pudiendo usted serlo, por sangre, físico y valor, decide dedicarse a otros menesteres. Se dedica a ponerse bajo el sol del foco, en vez de exponerse al sol del ruedo, y esperar entre pase y pase que surja la magia y la plaza cruja el alma con su voz de verdad. Usted se pone trajes de lujo que se manchan de carmín, y no de la sangre del toro.

Por respeto a todos los que amamos el toreo, por decencia y por honestidad, elija usted lo que prefiere, si la pasarela de Milán o el paseillo de albero. Y déjenos a los demás tranquilos disfrutar de lo que amamos.