jueves, 25 de marzo de 2010

Primavera lenta

Cae una noche oscura y fría en Madrid, aunque mi ser alberga el mismo calor que esta mañana, que esta tarde. A media distancia viene un toro de mucho peso, bravo y astifino. Me reta. Despliego la muleta como un abanico al sol, pies firmes y cara al frente. Y un olé rotundo se escucha en La Latina en este inicio de temporada tan ansiado. Volvamos a la Tierra.

Me presiguen los sueños de infancia, las metas por conseguir, las ilusiones compartidas que no se pueden comprar con dinero, ni nadie las vende. Abro el correo, miro el teléfono. Nada. Espero sentado en diferentes sillas durante el día aguardando ese sonido que me abra la vista hacia el mañana que ayer te prometí. Y será nuestro, no lo dudes.

He aprendido a amarte en muchos días, pero el cielo de los próximos es aun un enigma que tiene forma y colores para nosotros, y que te ofrecí hace tiempo en sueños; tú aceptaste. Pasan las lunas y me aferro a mis certezas, a aquello que me ha hecho respirar en otras noches, a tu rostro bañado en la luz de la nieve el próximo invierno.

Viene lenta esta primavera, pero viene cargada. Llena cada día. Llena de tí.