viernes, 29 de enero de 2010

Nuevo año

Cuesta empezar, cuesta arrancar aunque sea con costumbres placenteras. Hoy, a pocas horas de llegar a la treintena, vuelvo al origen. La soledad de mi despacho me llama a escribir antes de coger de nuevo la maleta y llegar a la rivera de brazos conocidos y calurosos, supositorio volante en medio.


He esperado este año, como se esperan las cosas que llenan el alma de ilusión, como esos granos de tiempo que anhelas tener en tu mano. Llega, pues, el año de la alternativa, y ya tengo casi todo preparado para el festejo, aunque los morlacos elegidos aun caminen por la dehesa, tranquilos.


Y mientras tanto, el año nuevo trae en el primer vagón aquellos deseos incumplidos, que espero solo sean retrasos convencionales. Precisamente hoy un correo electrónico -que no lleva mi firma, pero si mi esencia- vuela lleno de romanticismo y de emoción hasta la tierra que sueño de tu mano. Y la sueño todos los días, y viajo allí cada noche, mientras todos duermen, para preparar la alfombra que te reciba. Esta vez, los sueños pesan más que antes, y todo adquiere un perfil muy bien dibujado.


Ya se sabe: la tinta seca antes con el frío.