viernes, 24 de julio de 2009

Otro para chiqueros

Ultimamente los días se me pasan como los créditos del cine. La cara embobada que mira al aire sin fijarse en las letras, el cúmulo de información que se muestra y que se va, las ansias repentinas de querer verlo todo, el súbito desinterés al ver que la gente pasa de aquello que para tí es importante.

Es complicado. Quiero escribir de muchas cosas, quiero hablar de tí, de los encuentros furtivos que mantenemos mientras camino por la calle sin que nadie nos vea, de las cosas que me dices al oido para que se me pase la pájara y espabile. Quiero hablar de las vacaciones, de esa sensación que tengo de que jamás antes las tuve. Quiero hablar de mi sueño nórdico, cuyo frío siento por momentos y olvido por otros presa del desánimo.

Quiero hablar de muchas cosas, quiero pero me cuesta centrarme en esta tarde somnolienta donde todas las ausencias se agigantan, donde todos los toros son descastados. Y en esta indecisión de silencio, me surge la cara enardecida de César, su mirada cocinada poco a poco con las brasas diarias del sarmiento, su cariño incondicional. César vivía en Traspinedo tranquilo, compartía con sus hijos un negocio con sabor a pinchos de lechazo y aquel emporio que montó en Benidorm fruto de años y años de trabajo.

César vivía la vida entre ascuas y familia, hasta que un día por la mañana el corazón dijo "hasta pronto". Es increíble, un día te levantas tomando un café con tu mujer, y horas más tarde un infarto te manda a chiqueros. Es injusto y es cruel. Desde luego, el que inventó esto, lo hizo con muy mala hostia.

miércoles, 8 de julio de 2009

De lejos, de momento

A veces, buscar salidas agobia. O comienza a agobiar, que es lo preocupante. Y de repente te das cuenta que aquello que pensabas que iba a resultar tan fácil, es sin embargo una tarea ardua que traerá sinsabores y pequeñas frustraciones en forma de correos electrónicos escuetos o teléfonos que no suenan.


Y es en este momento cuando debo agarrarme a la verdad diaria, a lo que tengo y nadie me puede quitar. Irte a buscar y redescubrir tus abrazos, probar distintas cervezas con distintas bocas, pensar en ese agosto soñado y tranquilo en el que aprender.


Es clave imaginar ilusiones que hagan que la espera sea menos áspera. Ayer por ejemplo, me di cuenta de que en menos de un mes vuelvo a mi abono de la plaza de Pontevedra. Vuelve José Tomás al coso de San Roque, la única plaza de menos de diezmil espectadores a la que asiste, por tercer año consecutivo.


Pero yo me quedo con la del día 2 de agosto. Curioso cartel, inesperado: Espartaco, Ponce y Morante. Vuelvo a Morante, vuelvo a sentir la ilusión de ver volar su capote y su cabeza. Y desde la fila 3 del tendido se le ha de ver muy cerca. Tengo fotos muy bonitas con toreros en Pontevedra, con el Cid, Espartaco (de calle) y una muy graciosa con César Rincón, de la que solo recuerdo el tacto de su chaquetilla, que me pareció de titanio. Ayer pensaba ya en la estrategia a seguir para conseguir mi trofeo más preciado, dar la mano a Morante y sacarme une terrenal fotografía a su lado.


Pensar en esas cosas hace que este verano madrileño me huela ya a mar y a albero, a apartamento furtivo y a chigre, a compañía y soledad.


Y de lejos, imagino las extrañeza de mis rubios vecinos cuando vengan a visitarme y se encuentren en la pared del pasillo de mi flamante casa de "*******gate" una foto mía con un señor de cabello aleonado y traje dorado. Yo les diré "mi amigo José Antonio, aquí presente".