jueves, 27 de diciembre de 2007

Niebla

Madrid es una ciudad fantástica. Pero estos días en Valladolid, mi ciudad, me han desvelado una verdad que está dentro del corazón y que se muestra de forma lenta y pausada, que deja un sabor a viento y a luz.


El día 24 amaneció claro, de un deío intenso. Con las horas, la niebla fue bajando y se adueñó de la ciudad como por encanto, sumergiéndose en las calles y extendiéndose por el páramo. Fui a pasear antes de la cena, y me invadió una tristeza compacta y contundente al pasar por Fuente Dorada 9 y 10. Cerrada, oscura...la otrora jubilosa e iluminada tienda de regalos de mi padre. Lloré a mares durante minutos, y caminé sin rumbo fumando cigarrillos de niebla.


Pero lo mejor llegó después de la cena. Camino de la misa del gallo, la ciudad se mostraba con sus mejores galas en forma de capa espesa de niebla, de una hermosura como jamás había visto. El silencio de las calles, el alumbrado navideño, el espacio, el tiempo parado. Incluso "Sor Aurelio" lo mencionó en su homilía, Valladolid estaba inmensa de belleza en la noche Santa.


Y después, el paseo de la verdad con mi hermano. Lento, disfrutado, solitario y acompañado. Caminábamos al encuentro de muchas cosas. Y es que, la niebla trae recuerdos envueltos en frío que se conservan igual que el primer día, frescos y perfumados como entonces. Por mi mente pasaron tantas cosas, tantos momentos, tantas luces de mi vida.


En la oscura noche neblinosa, comenzaba a caer la cencella mientras volvíamos a casa con una felicida contenida, con un respeto infinito a lo que revivían nuestras almas. Fue maravilloso reencontrarme con mi ciudad aquella noche.


Y la verdad que he descubierto es que en Madrid...en Madrid hay muchas cosas, pero no existe esa niebla.

martes, 18 de diciembre de 2007

Otro más

Este día apetece poco escribir. O mucho, quien sabe, pero lo que no hay es espíritu. No necesito de días especiales para recordarte, ni para darme cuenta de que no estás, pero si que es verdad que retrotraigo la mente hasta ese día y aun siento el aroma, el sabor a lágrima de cosecha, la quietud del aire, y esa espera a que bajase alguien y me contase que todo era broma.

Y es cierto aquello que me dijeron, que aunque pasase el tiempo, no me lo acabaría de creer.

Otro mes más sin tí, y ya van cinco. No me lo creo. Y aun espero a que alguien me diga que todo es una broma.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Extraño sábado

El sábado comienza como ningún otro: en la oficina. La carga de trabajo me ha obligado a venir esta mañana a Magallanes 3 a intentar avanzar de cara al viernes que viene. Me causa mucha gracia que los empleados seamos los pagadores de la incompetencia organizativa de los jefes. Porque hay que decirlo claro, tal vez nosotros en su situación lo hiciésemos incluso peor, pero es constatable que las prisas de Navidad son fruto de dos cosas: el querer marcharse lo más tranquilo posible al hogar en estas fiestas y la mala organización anterior.


Por lo menos, tengo una visión diferente del edificio. Me han dicho que tan sólo tres personas hemos venido hoy, y el espectáculo es dantesco, un silencio desolador que he decidido romper con la 8ª Sinfonía de Bruckner (en una versión increíble de Celibidache). Así pues, estoy solo en la sala donde normalmente hay bullicio y jovialidad. Mi sala es un continuo ir y venir de chistes, gracias, anécdotas y chascarrillos, y los echo de menos en esta mañana de sábado, aunque he de decir que buscando producción, se encuentra de esta manera en la soledad (porque no hay con quién perder el tiempo).


Mientras calculo y reestructuro el Piping de la Planta Estándar, pienso en muchas cosas, me detengo en unas y evado otras, intento recordar sueños (de verdad y de mentira) y de repente me doy cuenta que la calefacción está apagada y que tengo frío. habrá que levantarse a por un café.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Vuelve Morante

Como todas las mañanas, de las primeras cosas que he realizado al llegar a la oficina ha sido ver el blog de Kiko, que tristemente para sus lectores no actualiza tan asiduamente como solía. Hoy, sin embargo, había actualización marca de la casa, y al final de la misma, una revelación, un regalo para el alma.


Hace ya varios meses, persencié con Adry la corrida de la Beneficencia en las Ventas. Se encerraba con seis toros uno de mis iconos taurinos, que ese día me hizo perder el sentido con un sexto toro que permanecerá en mi memoria mientras viva. Ese día, José Antonio me hizo vibrar en la plaza como pocas veces lo he hecho, salí entusiasmado y aun más devoto de este genio sevillano. Una oreja (bajonazo incluido) que supo a Olimpo.


Amar a un torero es algo parecido a amar a una mujer. Uno no sabe muy bien el por qué esa y solo esa mujer le hace sentir lo que es el amor...pues en los toros es parecido. Uno no sabe muy bien por qué ese torero es el que le hace vibrar y sentir la vida en el albero, disfrutar las suertes, el pase lento, la figura, el caminar sobre las zapatillas.


En mi caso, amo al torero que es Morante de la Puebla. Porque me llena su inspiración cuando aparece, porque mira al toro como nadie, porque transforma en magia a la muleta.


Y la noticia que esperábamos todos sus devotos, ha venido antes de lo que esperábamos. Después de varios meses retirado por voluntad propia, Morante ha decidido regresar, primero en México (6 de enero, regalo de reyes para los mexicanos) y más adelante en España. Ya hay que pensar en volverle a ver por Madrid, y espero que esta vez Kiko si pueda acompañarme.


Vuelve el torero. Vuelve Morante

miércoles, 12 de diciembre de 2007

De paseo por las luces (de nuevo)

Cuando era pequeño (y no tan pequeño) uno de mis mayores placeres era pasear por la ciudad el día que se encendían las luces de Navidad, que normalmente era el primer día del puente de la Constitución. Ese día, incordiaba especialmente a Oti para que me llevase a dar una vuelta por la calle. Y era feliz caminando y adivinando cuales rean nuevas, o viendo aquellas que más me gustaban, mientras paladeaba ese frío de Valladolid que tanto me gusta.


Ha pasado tiempo desde entonces. Este año, he pasado el puente en Asturias, y LLanes ya lucía su escenario navideño y apenas me inmuté. Mientras iba a coger el bus en Valladolid para volver a Madrid, iba con Oti en el coche, y apenas si me fije en que efectivamente, las luces estaban puestas en su sitio.


Este año, sin embargo, se renueva en mí la ilusión por ver las luces de Navidad. En cuanto salga de "el pozo" (como dice Kiko), iré de nuevo a buscar a Nuria a la facultad, y de allí a la Plaza Mayor de Madrid, a pasear por sus calles, por sus luces y sus decorados. Y llevaré a mi lado a una niña de 23 años que sostendrá en sus brazos a un niño de 27, y que juntos ven por primera vez en su vida las luces de Madrid.


Juntos, mire usted, todo un lujo.

martes, 11 de diciembre de 2007

Imposibles

Hay un espectro de gente, el más amplio, que descarta de entrada un imposible. Hay veces que se planta ante tí, desafiante, orgulloso, en forma de ímprovo duelo con el tiempo, esta especie etérea que son los imposibles. Firme, altivo, es un castillo de mil torres que te plantea un matiz de la vida diferente si te atreves a enfrentarte a él. Pero muy pocos se enfrentan al abismo, porque la pelea contra un imoposible es una lucha colosal contra el destimo, y muy pocas veces se sale victorioso.


Al imposible se le comienza a vencer cuando pasa a ser un difícil, y cuando éste se convierte a su vez en un probable. La victoria llega cuando el probable se vuelve factible, y el factible una realidad. Pero muy pocos saben lo que se siente al ganar esta batalla, digna de héroes de romanceros y de poemas medievales. Son gestas épicas que, sencillamente cambian la vida, y que te hacen sentir digno de tí mismo por tu entrega, que te hacen ver la verdad de algunas cosas cuando desenvuelves el triunfo.


Hace un par de años, yo tenía ante mí a uno de los imposibles más feroces y crueles, y me negaba a atacarle. Llegaste. Tú hiciste que el imposible se tornara en ridículo parásito del polvo que levantaban mis zapatos. Pasó a dificil, a probable, a factible y a realidad. Y me diste el regalo más grande que jamás podrá darme la vida.


y solo tú podías hacerlo, tú venciste a mi imposible. Y de repente, volví a amar.

lunes, 3 de diciembre de 2007

De sábado a domingo

Llegué de sorpresa, y nuestros caminos se cruzaron en el metro, y bajo tierra nos entendimos y nos besamos. La vuelta a casa, el traqueteo más dulce entre tus abrazos de necesidad compartida, de amor contenido y desatado por momentos con sonrisas llorosas. Camino a casa, la mano entrelazada como el primer día, y la sombra de las zapatillas en la alcoba, esas que te regalé por tu cumpleaños y que calientan tus sueños.
Mi inmovilismo fue dolor en el espíritu más que en el cuerpo, la sensación de que dejaba atrás la ocasión de decirte cosas nuevas. Pocos caminos me quedan por recorrer en esta senda de explicarte lo que me pasa cuando pienso en tí, en la realidad que supones en mi vida. Solo se que la sensación que me adueña al apagar la luz cada noche, es la de dormir en paz a tu lado. Acunas mis temores de hoy y de mañana cuando me sonries antes de que llegue la oscuridad del cuarto, y me resumes con un gesto todo lo que me contaste durante el día.
Y todo se desmadra cuando de repente, y ya con los ojos cerrados, me dedicas esa frase manida que en ese momento es verdad absoluta y universal. Y es que se abre mi alma cuando lo último que siento al acabar el día, son tus labios que pronuncian "Te quiero".