viernes, 28 de septiembre de 2007

Un breve relato (I)

Sebastián y Mateo eran amigos desde hace años, confidentes eternos de sinsabores y de glorias que se entendían con un sólo gesto. Una tarde, se citaron para conversar. Al momento, Mateo se percató de que Sebastián no tenía sensación de buen balance.
- Bueno Sebas, tú dirás. No tienes muy buena jeta que digamos. Suelta.
- Lo dejé con Berta.
- ¿Así, sin más, de la noche a la mañana?
- Si, ha sido hace un par de horas.
- Pero...habrá un motivo.
- Si, lo hay.
- ¿Y es...?
- Está enamorada de otro.
- ¿La viste con alguien?
- No.
- ¿No te hacía caso?
- En absoluto, sabes que siemrpe fue atenta conmigo.
- ¿Era fría en la cama?
- Para nada, ardiente como el fuego.
- Entonces no lo entiendo.
Sebastián sacó entonces su teléfono móvil y, tras manipularlo brevemente, se lo extendió a Mateo.
- Aquí tienes el mensaje de texto que me envió Berta esta mañana. Habla por si solo.
Mateo miró la pantalla y se incorporó para abrazar a su amigo, para acto seguido encargar dos cervezas al camarero.
- De ella no me lo esperaba -musitó Mateo-. Buenos tiempos nos aguardan, amigo Sebastián. Muerte al pasado, larga vida al futuro que está por venir.
Al momento, Sebastián borró todos los mensajes que había en la memoria de su celular, excepto ese último mensaje, para no olvidar jamás aquella traición.
"oye sebs, oy no iré a cmer a ksa, cmeré cn Fernando. ns vems dspues a la tard, xao!"

jueves, 27 de septiembre de 2007

Un día en casa

Estos días, unas cuantas bacterias se apoderan de mi cuerpo y me incomodan. Forzosamente, ayer tuve que pasar un día de retiro en casa. Cuando uno se ve obligado a hacer algo, esto conlleva que se acuerde de aquello que añora. Ayer, en mi soledad destructiva, me acordé de muchas cosas. Sobre todo de cuatro
Una: del cariño y atención que me hubiese dedicado mi madre, si hubiese estado conmigo.
Dos: de la distancia física que hubiese tomado mi padre si hubiese estado con él, si aun estuviese conmigo, en su típico "A mi no me pegues nada".
Tres: de la compañía de Nuria, de su calor, de sus infinitos detalles, de una manta que nos tapase a los dos a media tarde, y de un vaso de leche con miel ants de dormir.
Cuatro: de la sonrisa de Ruth y Victor, de su cercanía, de esa labor encomiable que hacen conmigo a diario sin darse cuenta, y que tan imprescindible se ha vuelto para mí, dándome motivos para esperar algo del mañana inmediato.
Hoy he vuelto a mi rutina. Y vuelvo a echar de menos muchas cosas, es irremediable. Vivir es anhelar y recordar, mientras pasan por tu lado las vivencias que, probablemente, echarás de menos muy temprano.

martes, 25 de septiembre de 2007

De lo que se siente al ver a un torero


Mi padre siempre me decía: "Aunque te intenten parar, échale jeta y te plantas en el patio de cuadrillas, que siempre podrás darle la mano a alguien"


En Pontevedra, y con reportera gráfica como ayuda, conseguí colarme y saludar a todos los toreros, desearles suerte y escucharles caminar. Sentir a un torero de cerca es un milagro, parecen castillos colosales sobre sus zapatillas. Con tan solo acariciar su chaquetilla, sientes que tocas parte de su gloria y de su leyenda, es un privilegio que ni siquiera un fan del Beckham puede sentir al verle entrenar.


De aquella tarde guardo unas fotos preciosas, pero sobre todo el recuerdo de saludar a los espadas, de hablarles, y de sentir cómo me miraban a los ojos. Eso si, en todas las instantáneas aparezco tembloroso y con cara de julai. Pero ahí están, para la memoria.


Vease ejemplo en la foto de arriba, el menda con Manuel Jesús "El Cid"...casi nada al aparato.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Arranques

Me ha pasado siempre, y creo que me seguirá pasando por mucho que viva, por mucho que aprenda, por muchas que sean mis dudas y mis certezas en el futuro. De repente y sin motivo, una determinada realidad provoca en mí un ataque de tristeza infinito, terriblemente desolador, que me deja tocado por lo general para el resto del día. El problema es que no puedo dominarlo, sea cual sea mi estado anímico anterior al suceso, y luego queda en mi memoria, de modo que, al presenciar una situación parecidad e nuevo, me vienen sentimientos acumulados a la mente.
Ayer caminaba con mi madre al mediodía cuando ella misma notó que me cambiaba el gesto. Me preguntó qué me pasaba, pero evité comentarle todo lo que se me había venido encima cuando aquella mujer pasó a nuestro lado. La vi venir desde lejos, se trataba de una mujer diminuta, avejentada y sumamente encorvada, que vestía una vieja bata de cuadros y unas zapatillas. Gafas de pasta, muñecas casi imperceptibles, tobillos de barro. Su cuello era una acumulación de interminables hileras de venas y de músculos cansados. Caminaba a paso lento, muy lento, y arrastraba un carrito de la compra que debía estar vacío pese a aparentar pesar varios quintales. Pero sobre todo me impresionó su mirada perdida, fijada en un cielo que no está a nuestro alcance. Cada pocos pasos se paraba y subía de nuevo la vista hacia su cielo. Pasé por su lado y bajó la vista de su cielo para mirarme y dejarme helado, y aun me atormenta su mirada. El por qué de todo esto, supongo que está codificado en los recovecos de mi ser, pero a veces ni yo mismo los entiendo. No podría explicar por qué me ha causado tal mazazo esta experiencia, como todas aquellas que me llenan de pesar.
Es la primera vez que reconozco mis ataques de tristeza. La única persona que los conoce es además la única que los entiende, precisamente porque a ella le ocurre exactamente lo mismo que a mí. Compartimos nuestros ataques de tristeza y nos comprendemos...es como un pequeño milagro. Cosas que para otros son imperceptibles, para nosotros son auténticas balas de realidad.
Nuria los llama: "arranques".

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Bermejinsky

Mi madre está en Madrid. Ayer la recogí en Chamartín por la noche, y fuimos a cenar por el barrio. Le gustaron mucho las calles, los bares, esa sensación de no estar perdido en una ciuidad nueva. Porque eso solo es capaz de dártelo Madrid. Madrid no pregunta de dónde vienes ni qué quieres hacer. Madrid es una ciudad que ofrece futuro, que presenta soluciones.
A mi madre le ha gustado la zona, y cuando entramos en el bar "El 5º Vino", dijo exactamente aquello que yo esperaba oir de su boca...aquello que yo mismo dije la primera vez que entré "Cómo le hubiese gustado a tu padre este sitio". Es extraño, pero por un momento tuve la sensación de que en efecto, allí estaba, aunque sin beber vino.
De repente, mi madre me instó a mirar con disimulo hacia mi izquierda. Y efectivamente, allí estaba tomándose unos huevos rotos el mismísimo Ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, acompañado de (supongo) su señora. En plena polémica sobre las banderas, voy y me encuentro con Bermejinsky, de quien había leido esa misma mañana unas declaraciones terribles sobre la dificultad de aplicar la ley en el tema de la presencia de la bandera española en todas las instituciones (sea en la Comunidad Autónoma que sea).
En silencio, reflexioné sobre aquella suerte de codearme con un famosillo, y llegué a dos conclusiones. La primera, que da más morbo encontrarte con alguien conocido e importante que no es de tu agrado, y la segunda, que viendole comer aquellos huevos, no me dejaba de parecer un hombre más de la calle...salvo en el hecho de que su opinión sobre temas tan importantes no se queda, por ejemplo, en aquel bar.

martes, 18 de septiembre de 2007

Abstracto (I)

Cruza por la calle un apagón mañanero, una comida apocalíptica y una sala de reuniones con una silla vacía, pero que contiene una sombra en miniatura. El reloj avanza, marca el tiempo y llega al "3", maldito número que me recuerda tu ausencia.
Me llegan ecos de silencios que conllevan lágrimas, igualmente silenciosas. Eso si, trota el Miura con elegancia en la Dehesa, y se acerca deseoso hacia el lindero.
Pese a todo, dos cositas me regalan la sonrisa: la complicidad de un teclado que resuena, y el andén frío de Chamartín a las 9.
Y de repente, un halo de esperanza: Después de 9 años, el día 29 Julio Aparicio vuelve a torear en La Maestranza. Ahí queda eso.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Plata...en la cancha

Para qué engañarnos, la derrota de ayer en la final del Eurobasket nos dejó a todos bastante tocados. Pero mi reflexión no va a ir entorno a lo deportivo, que para eso ya existen diversos periódicos, radios y demás. Me preocupa más la imagen que se da al exterior, y la que queda en el país fruto de la organización del evento.
El primer aspecto preocupante: la televisión. Me ha parecido lamentable. el deporte, o se da o no se da. Es como las motos en TVE, que son de lo más triste que se puede contemplar en televisión (si ya no es bastante llevar la tres largos años sin el sabio Velentín Requena). La Sexta ha desplegado la peor transmisión de un evento deportivo que recuerdo, y ya avisó desde el primer día, desde el primer encuentro de la selección española, cuando simultanearon el partido con el AEK-Sevilla. Nos dejaron sin el partido de España y privaron a los sevillistas de ver a su equipo.
Con estas premisas, nada bueno podía venir. Posteriormente, las retransmisiones han sido pobrísimas. Sin entrar a valorar al bufón de Andrés Montes (que tendrá sus detractores y sus partidarios), me ha parecido lamentable la constante inclusión de publicidad, las "pantallas pequeñas", y sobre todo, un impresentable llamado Willy, que me ha inspirado instintos asesinos y homófobos durante las dos semanas.
Pero vayamos más allá. Vayamos a la propia Federación Española de Baloncesto, que ha dispuesto un pabellón clasista, hecho exclusivamente para los VIP. Penoso el hecho de que la parte baja del campo fuese un reclinatorio social en vez de un hervidero (salvando, claro está a Rafa Nadal). Una legión de chupópteros y abrazafarolas eran los encargados de transmitir calor a los jugadores en la pista. Políticos, actores, gentuza diversa que no ha visto un balón en su vida. Y encima, asientos vacíos cuando Madrid entera quería estar animando a España. Y ahí estaba Europa entera viendo las gafas de sol de Almodovar.
Penoso, patético, desastroso. ¿cómo vamos a evolucionar si nosotros mismos nos ponemos las trabas, y representamos una imagen decimonónica? ¿cómo estamos en disposición de exigir cuentas en un país donde todo se compra con un par de sonrisas?
No podemos ser nadie ni pedir respeto, cuando somos nuestros primeros enemigos, y cuando nos falta una de las mayores virtudes: la nobleza, el ir de cara por la vida.
Eurobasket 2007. Plata en la pista...suspenso en la organización. Una pena.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Hoy

Entre el estrés de estos días, la presión y la ausencia de calma en la ría, no te has percatado de que hoy puede ser el fin de una época, la constatación del comienzo de otra. Evolución, madurez, crecimiento.
Y en ese paso, tu mano entrelazada con la mía. Me doy cuenta de que hoy entrarás en una sala sombría y tenebrosa con la esperanza de salir a la luz de la calle, de esa calle larga vetada durante milenios. Y recibiré tu sonrisa en el balcón del mediodía, cuando las ropas estén secas y el lecho preparado para encontrarnos.
Mujer, hoy puedes nacer al futuro y soy feliz. Y acaricias mi alma sin saberlo, sin ni siquiera pensarlo.

jueves, 13 de septiembre de 2007

José Tomás


Tiene José Tomás una energía que no se estudia en las escuelas de Ingenieros. Para mandar en el ruedo no habla con la gente, habla directamente con el tiempo, con el mismísimo Cronos transformado en capote y en muleta. Es sencillamente un regalo de la vida, poder disfrutar del poema terrestre que compone José Tomás con su silencio sobre el albero. La templanza lleva su nombre, la hondura lleva su sombra...y esa mirada que enamora al toro y lo convierte en el animal escogido por el Arte. Mito viviente del toreo. Poso, clase, temple, mando. La lidia en su más pura esencia.


El 3 de Agosto, tuve el privilegio de poder ver torear a José en Pontevedra. La cosa ya venía de lejos, y Luis estuvo atento para coger aquellas divinas entradas que jamás podré pagarle. Y Nuria compartiendo mi emoción en la puerta del patio de cuadrillas, cuando me topé de frente con el Mito. "Maestro, es usted el más grande" fue todo lo que acerté a balbucear mientras le daba la mano y acariciaba con devoción su chaquetilla. Y después, varios minutos de incredulidad que se mezclaron con el paseillo. Y luego la locura, la oración, la profundidad de su figura, los estatuarios, el quite por gaoneras y unas manoletinas de vértigo. Sin palabras, tan solo una perenne carne de gallina en mi piel durante la faena.


Era la intención poder ver a José Tomás en Salamanca, pero fue imposible. Devotos y Julais se pegan por asistir a sus corridas, eso da mucho caché. Ayer reaparecía en dicha tierra, pálido, sereno, doliente aun de la cogida sufrida en Linares. Fue apoteósico.


Esperemos que José aguante un poco más, hasta que esos Julais que ahora se agolpan en los tendidos encuentren algo mejor que hacer. Entonces será un disfrute hacer las Españas para sentir y vivir a este genio de la tauromaquia, que dibuja estelas de gloria en cada paso. Debe ser un milagro verle inclinarse en la habitación para ponerse las zapatillas.

martes, 11 de septiembre de 2007

Espera

La espera no entiende de segundos, ni de tiempo, ni de la ropa que engalana nuestros cuerpos a la hora de esperar. Es debilidad y es fuerza, es misterio en el final de sí misma. La espera no se reconoce en un espejo, y el bozal de su careta distorsiona.
De color azul llora, de amarillo revienta y de rojo ensaya. Muere en el verde de su angustia y recita su canto de vestal en el blanco de su pureza. Es cruel la espera de éste año, de ésta vida, de este suspiro de una voz que hace silenciar a unas fieras, y rugir a otras.
Yo la miro callado desde el callejón, y prefiero no salir del burladero. Buenas velas tiene la espera de negro en este coso, y yo, vestido de azabache sin alamares de oro, desnudo en la rigidez del atuendo de mi alternativa.
La espera llora y tiembla, es agonía de dolor agudo y reincidente. No lleva a ningún camino, no tiene indicadores, ni luces, ya no es fresca ni joven esta espera que, en los albores de su muerte, pierde todo aquello que tenía: la memoria.

lunes, 10 de septiembre de 2007

La Señal

Este fin de semana ha sido intenso, lleno de emociones y de nostalgia fría. Después de varios días guardando las composturas, liberé las presas oculares y lloré abundantemente en momentos esporádicos del fin de semana. Reconozco que he estado intransigente y susceptible, y por momentos, perdido en aquellas cosas que tanto critico a los demás miembros de mi entorno.
Creo que puedo resumir mis emociones en una sóla pincelada del domingo, acaecida durante el bautizo de mi sobrino Juan. LLegado el momento, el sacerdote instó a recibir a los niños que tomaban parte en la celebración del Sacramento a entrar en la Comunidad Cristiana. El modo de realizar ese gesto era sencillo: los padrinos debían realizar la señal de la cruz en la frente de los bebés. Y por un instante deseé desaparecer de la faz de la tierra. Por más que lo intenté, no pude reprimir un silencioso llanto que me desbordó por pocas décimas, antes de que Kiko se percatase y me pasara su brazo por mi hombro discretamente en un quite prodigioso, pese a desconocer la razón de aquella incontenible tristeza.
Y es que durante toda mi vida, y hasta los últimos días, el modo que tenía mi padre de despedirse de mí cuando caía la noche, era besarme sonriente y hacer precisamente ese gesto: la señal de la cruz con su dedo pulgar sobre mi frente.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Julio Aparicio


Estos días, medito acercarme a Ciempozuelos el lunes a ver a Julio Aparicio. La verdad es que me ha picado la curiosidad de ver a este artista de la gomina, tras cortar dos orejas en El Escorial el otro día. Esa misma noche, escuché una entrevista rediofónica en la que alababan la actitud del diestro sevillano, pero a los pocos minutos, el entrevistador y su cuadrilla recurrieron a lo fácil en su encuesta, sacando a colación aquella tarde de San Isidro de 1994, cuando Julio le cortó dos orejas a un toro de Los Bayones, en lo que supuso el punto álgido de su carrera. Ya sabemos todos que se acordó de Antoñete, y ya sabemos todos que fue un gran día, pero reducir la vida de un torero a una tarde, me parece de una extrema pobreza. No hay que olvidar la grandeza, pero se le ayuda poco al matador cuando lo único que se le menciona es el recuerdo de aquella puerta grande de mayo. Y Julito, a decir lo mismo de siempre. Y me di cuenta de que a los pocos segundos, ya nadie mencionaba las dos orejas de El Escorial: habían caído en el olvido poco después de comenzar la entrevista.


Todo ésto me hizo pensar en la tristeza del hombre, en lo efímero de su obra y de su importancia, y lo dificil que es que alguien te recuerde por algo más que un arañazo en el suspiro del tiempo. Cuántos hay como Aparicio (toreros del ruedo y toreros del asfalto) que pretenden dejar una estela y se encuentran con que su vida es un momento, una ilusión, una especie de sueño que, de tanto refrescar, anula el presente y el futuro. Y de rebote, se mitifica tanto la acción que parece, finalmente, no haber sido real. De esta manera, nuestra propia existencia se reduce a un sueño, y nos convertimos en meros espectadores del devenir universal.


Me resigno a ese hecho. Me niego a aceptar que el olvido devora el porvenir y la fortuna. Me niego a subrayar la globalidad de ese cruel olvido, la pérdida del horizonte, de la ilusión, de la meta.


Julio Aparicio necesita vivir un "hoy" para aspirar a un "mañana", pero para ello, necesita que se le vea como algo más que un recuerdo. Es irónico, pero para no caer en el olvido, Julio necesita que la gente se olvide un poco de la gloria que alcanzó hace 13 años.


Creo que le daré una oportunidad a Julio y, de ese modo, me daré una oportunidad a mi mismo, y ya de paso, a todo el mundo. Y el lunes, si su lumbalgia se lo permite, veré a Julio Aparicio hacer el paseillo, como si tomase la alternativa.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Noche con sol

Soplan vientos de nostalgia incontrolada. La zozobra intermitente, se acentúa con aquella voz que clama la injusticia, y se une a todas las voces que también la llaman, aunque con distinto nombre y condición. Y me es inutil buscar la marcha atrás, imposible retroceder hasta el ayer más inmediato para explicarte todo lo que pasa.
Reniego de la tristeza de adivinar el sentido de palabras malditas: impotencia, dolor, ausencia, error. Pero más incisiva es la pena de olvidar aquellas que brillaban con tu solo caminar: verdad, lealtad, firmeza, bravura. Cómo explicarte que al marcharte has destrozado la mañana, la tarde y la noche; cómo describirte ésta soledad, éste derrumbe sin sentido ni remedio.
Cómo contarte algo que ya todos sabíamos: que las patas de la silla se han borrado, que el pilar de la cúpula ya no existe, que la puerta de entrada se ha quemado.
Cómo encontrarte en esta noche con sol, cuando todo lo que veo y encuentro me asusta, y el calor de tu mano se ha esfumado, y no está ahí para dirigirme ni para consolarme.

martes, 4 de septiembre de 2007

Así de fácil

La tarde estaba plomiza por dentro y abrasadora por fuera. Desde el suave respaldo del sofá resnoaban los ecos de dos días vividos desde el sueño, desde la inmensidad de caricias de porcelana llegadas desde el mar. Y aunque no podía sentirlo explicitamente, si cerraba con fuerza los ojos respiraba aun aquel perfume de abrazo encendido, y se mecía de nuevo en esas manos de inalcanzable paz.

De repente, su mente traspasó la mesa de cristal y allí estaba aquella hoja que escribiese hacía ya varios días. La hoja rezaba una monótona oración: dos nombres repetidos en diferentes tamaños y grafías. Una fuerza inusitada le envolvió al levantarse y se dirigió hacia ella, con unas tijeras por compañía. Sentado, separó los nombres sin dejar de entrelazarlos, con una rectitud de alta costura y corrió hasta la puerta.

Bajar las escaleras fue un suspiro emocionado hasta llegar a aquella caja de metal. Una vez allí, eligió la grafía y tamaño adecuados de los nombres, y abrió la caja con deseo. Colocó el papel elegido con sigilo, para no romper la armonía de aquel momento tan simple y tan divino. De aquella caja metálica vacía salió un resplandor poderoso al cerrarla, iluminando aquella obra momentánea.

Ya estaba hecho. Permaneció varios minutos frente a la caja, que de un plumazo borró todo su óxido, toda su pobreza, para llenarse de futuro en cada palmo. Con una sonrisa exponencial subió lentamente hacia la puerta, con paso firme y decidido.

Y mientras cerraba la puerta pensó para sí lo fácil que le había sido arreglar aquella tarde y volverla insuperable, con tan solo colocar su nombre y el de Ella en el buzón.